I
Su vergüenza, como resolana
en la antesala, en la postrimería,
arrebató su calor y poca alegría.
Creo que se dijo: "qué macana".
Despreciado, a veces, por su brillante
ausencia. Amado, con recio talante:
como un satélite orbitó alrededor,
junto a la luna, hasta el áureo despertar.
Húmedo y oscuro escondite eterno;
sabe de quién los caprichos del corazón,
sediento incluso de autoinmolación.
Se replicó con elevación y razón.
Ni el corazón está ausente de ideas,
ni la conciencia ausente de sangre.
A pesar de su vergüenza, no es su obra,
en esta carrera de relevos zozobra.