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22 de abril de 2022

Usted, ¡anciano!

I

 Su vergüenza, como resolana

en la antesala, en la postrimería,

arrebató su calor y poca alegría.

Creo que se dijo: "qué macana".


Despreciado, a veces, por su brillante

ausencia. Amado, con recio talante:

como un satélite orbitó alrededor,

junto a la luna, hasta el áureo despertar.


Húmedo y oscuro escondite eterno;

sabe de quién los caprichos del corazón,

sediento incluso de autoinmolación.

Se replicó con elevación y razón.


Ni el corazón está ausente de ideas,

ni la conciencia ausente de sangre.

A pesar de su vergüenza, no es su obra, 

en esta carrera de relevos zozobra.