Por -y para- la sublime cualidad.
Qué bello
atardecer. El sol, ya bajo, exhausto de resistir en la altura,
languidece anaranjado mientras las nubes, pomposas y algodonosas,
yacen ubicadas con cierto celo escondiéndole medio cuerpo, su mitad
superior, y hacia los lados, coronándola hermosa, como una tiara, a aquella
dorada melena resplandeciente. Ya creo que el mundo, o la mente,
tienden a volverse incomprensibles y sólo desea uno entonces
esclarecer el panorama. Las aves revuelan mansas y brillan una luz,
un fulgor, que les desviste ante miradas ajenas el goce que su vuelo
la naturaleza ha agraciado. Cielo y viento, viento y copa. Sopla el
aire con su habitual indiferencia, con su roce de desmesurada
decencia ¿Cuánto han de resonar, hermosas e inéditas en cada nuevo
caso, las hojas de los árboles? Su canto y danza es acompañado por la
hierba, vigorosa, fuerte e impasible, tan verde y solitaria pero siempre compañera. Qué bello atardecer. Los sonidos endulzan mis
oídos; un piano se oye a lo lejos, una melodía de Liszt resuena.
Todos somos partidarios de la belleza. Sólo hemos de aceptarla tal y
como es; así como se muestra.
A lo lejos sólo
vastos prados se observan y más allá, sutiles y abruptas, debajo de
las nubes, privan de mi vista al horizonte algunas colinas con el
mismo manto que lo que las antecede. No muy lejos de mí, entre
tantos árboles danzantes, postrado un Crespón se muestra siempre
vestido de verano, o al menos eso suelo creer. Así como también
suelo creer que la naturaleza nos pertenece a nosotros los seres
vivos, pero no como una pertenencia egoísta sino como se pertenecen
nuestro cerebro y nuestro cuerpo. Como uno solo, como una entidad
única. Somos la naturaleza. Silban los gorriones mientras uno finaliza su paupérrimo nido (paupérrimo para un ser ambicioso)
con una felicidad que contagia. Mi gato ya no caza, se contenta con
la comida de casa. Observa ahora a los gorriones, como si sintiese
que en un pasado ello significaba algo, pero se limita a descansar y
ronronear sobre mi regazo. A estas alturas, correr detrás de algo es
correr huyendo de otro algo.
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